viernes, 12 de octubre de 2007

El petróleo y el país

La deformación profesional a la cual estoy sometido me llevó a imaginar al país como una unidad de procesos de refinamiento de petróleo, y a nuestros gobernantes como los operadores de campo, de sala de control y jefe de planta.

No me resultó complicado imaginarme al presidente desactivando todas las aplicaciones de control avanzado y pasando sistemáticamente cada lazo a modo manual, tratando de llevar el proceso y sus múltiples indicadores moviendo las válvulas desde su silla. Al principio, con las válvulas en la última posición calculada por las aplicaciones, la unidad siguió más o menos bien; con los primeros ajustes la cosa empezó a derivar hacia donde podía. Para colmo, cuando no se tiene en claro si para mantener un nivel de producto dentro de un recipiente hace falta abrir o cerrar una válvula, muchas veces las medidas resultaron adversas al fin buscado. Luego sucedió que ajustar los reguladores desde sala ya no fue suficiente, empezaron a tocar las líneas de derivación en campo, a trabar las reguladoras en determinadas posiciones, a bloquear las salidas de descarga a antorcha de emergencia y ponerles candados a las válvulas de alivio. Se abrieron las purgas a drenaje, algunas corrientes de producto se derivaron a corrientes de intermedio para reproceso y empezaron a ventear a la atmósfera. Hizo falta involucrar a mucha más gente para encargarle a cada uno su valvulita; ninguno sabía qué pasaba con ninguna otra que no fuera la propia ni pudo entender que lo que cada uno hacía tenía impacto sobre todos los otros.

A pesar del esfuerzo que se puso, lógicamente la planta no se mantenía en régimen; los productos salieron de especificación y las temperaturas subieron peligrosamente. ¿Qué se puede hacer entonces? Lo lógico, eliminaron las indicaciones de temperatura, caudal y presión e implementaron una planilla donde se anotaron las variables tal y como se pretendía que fueran, con productos en especificación, con un aumentos nunca visto de producción y empleados eufóricos de satisfacción y felicidad. Como la producción no se vendía, se empezó a descontar dinero de los sueldos de los operadores para pagar los insumos de la planta y las remuneraciones de los "valvulistas", dado que ya habían ganado demasiada plata cuando estaba todo en automático y ahora les tocaba perder un poquito... Cada uno puede decidir si quiere que la planta deje de funcionar finalmente y ya no haya de donde sacar recursos para pagar los honorarios de los administradores de la fábrica. Mientras tanto muchos millones están felices con sus valvulitas y lo seguirán estando en tanto no quieran ver la factoría.

1 comentario:

ER dijo...

Sencillamente genial. Nunca se me hubiera ocurrido hacer una analogía como esa. Pero lo peor, es que es patéticamente perfecta!